La cocina suele ser el corazón del hogar, el lugar donde se reúnen las familias y se inician las comidas. ¿Pero cuál es el punto de partida de todo? La heladera. Allí es donde almacenamos de forma segura gran parte de nuestros alimentos. Y a medida que la tecnología avanza las heladeras se vuelven más inteligentes: pueden controlar el inventario, sugerir recetas e incluso mostrar las noticias.

Sin embargo, de todas sus características, la temperatura sigue siendo la más crucial. Confiamos en las heladeras para mantener los alimentos frescos, pero si la temperatura no es la adecuada pueden hacer lo contrario: convertirse en incubadoras de bacterias.
A los microbiólogos eso puede parecernos fascinante, pero definitivamente no es ideal para las salchichas que compraste en el mercado de tu barrio. Al analizar muchos hogares vimos que la temperatura promedio en las heladeras es de 5,3 °C, justo por encima del rango de seguridad recomendado de 0 a 5 °C.

Más preocupante es la frecuencia con la que fluctúan las temperaturas. Muchas heladeras pasan más de la mitad del tiempo por encima de ese límite de seguridad.
Algunas incluso alcanzan temperaturas de hasta 15°C , lo que, en algunas partes de Reino Unido, equivale prácticamente a un cálido día de verano.
A esas temperaturas las bacterias pueden multiplicarse rápidamente, lo que aumenta el riesgo de deterioro de los alimentos o incluso de enfermedades.
Entonces, ¿qué está fallando? Parte del problema radica en que muchas heladeras carecen de una forma precisa y accesible de controlar su temperatura interna. Admitámoslo: la mayoría de nosotros no sabemos qué significan realmente los números del dial dentro de la heladera.
Además, cada vez que abres la puerta entra aire caliente. Y cuanto más tiempo permanezca abierta la puerta, sobre todo si te demoras mientras elegís un refrigerio, más se acerca la temperatura interna del aparato a la temperatura ambiente, creando condiciones más propicias para la proliferación de bacterias.
Controla las bacterias
Aquí tienes algunas maneras sencillas de mantener tus alimentos frescos y seguros:
- Minimizá las veces que abres la puerta. No dejar la heladera abierta todo el tiempo mientras colocás las compras.
- Usá un organizador giratorio ayudará a encontrar más rápido la botella de salsa que buscas en un estante lleno de productos.
- Limpiá las juntas de goma de la puerta. Cada pocos meses revisa si hay moho o suciedad y asegurate de que las juntas cierren bien.
La temperatura también varía dentro de la heladera. El punto más frío suele estar en la parte trasera, mientras que el más cálido está en la puerta. Por eso es mejor guardar productos como la leche o la carne cruda cerca de la parte trasera, no en la puerta. La puerta es perfecta para la manteca o los refrescos.

Aunque muchas heladeras modernas tienen un sensor integrado, a menudo éste solo refleja la temperatura en un punto. De hecho, el 68 % de los hogares nunca ajusta la temperatura.
¿Un consejo práctico? Coloca varios termómetros en diferentes zonas de tu heladera. Si alguno supera regularmente los 5 °C es hora de ajustarlo. Pero recordá: los indicadores integrados en el interior de tu heladera no siempre reflejan la temperatura real en todo el interior.
Además, evitá abarrotar la nevera. Intentá mantener la heladera llena en un 75% para que el aire frío circule correctamente. Podés hacer espacio guardando frutos secos, tomates, pimientos, papas y miel en un armario fresco y seco; estos productos no necesitan refrigeración.
Pero la temperatura no es la única preocupación. Incluso una heladera que funciona bien puede albergar riesgos invisibles. Los estudios demuestran que las heladeras pueden contener patógenos, probablemente introducidos previamente a través de alimentos o envases contaminados.
Si bien las bajas temperaturas impiden el crecimiento de muchas bacterias, algunas, como la Listeria monocytogenes, pueden sobrevivir e incluso multiplicarse a bajas temperaturas.
La Listeria, especialmente peligrosa para embarazadas y adultos mayores, se puede encontrar en quesos blandos, pescado curado o ahumado (incluido el sushi), embutidos, fruta preenvasada, verduras congeladas y sándwiches preparados.

Para reducir el riesgo de contaminación, sigue las recomendaciones de las autoridades de seguridad alimentaria:
- Mantené los alimentos crudos, como la carne y el pescado que necesitan cocción, separados de los alimentos listos para comer, como frutas o sándwiches.
- Guardá la carne y el pescado crudos en el estante inferior de la heladera. Así, si se derrama algún jugo, no goteará sobre otros alimentos.
- Consumí los productos listos para comer dentro de cuatro horas de sacarlos de la heladera.
- Lavate las manos regularmente con agua y jabón antes, durante y después de preparar las comidas.
- Seguí las instrucciones de cocción del envase, cuando corresponda.
Mejorar tus hábitos en relación a tu heladera puede no parecer emocionante, pero ayuda a que los alimentos se mantengan frescos por más tiempo, tu heladera funcione de manera más eficiente y, lo más importante, protege tu salud y la de tu familia.
Ah, y hablando de ese pollo que sobró de la cena de principios de semana… Todos hemos hecho la prueba del olfato. Pero que las sobras huelan bien no significa que estén bien. Bacterias como la Salmonella o la Listeria no siempre tienen un olor desagradable.
*Oleksii Omelchenko es microbiólogo y estudia Listeria y otros patógenos en el Instituto Quadram, un centro de investigación sobre biociencia y salud en Norwich, Reino Unido. Judith Evans es profesora de ingeniería mecánica y diseño en London South Bank University.
Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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