Con su masa suave y perfumada, su centro coronado por crema pastelera o frutas, la rosca de Pascua, es uno de esos rituales gastronómicos que evoca recuerdos familiares, invita a mesas compartidas y abre el espacio a recetas que se transmiten con devoción. Pero también es un terreno fértil para la innovación: ¿qué hace que una rosca conquiste el paladar porteño hoy?

Para responder esta pregunta, hablamos con dos referentes de la escena pastelera local: Emmanuel Paglayan, creador de Ninina, y Pierina García, socia y mente creativa detrás de Anippe. Cada uno, desde su propuesta, ofrece una mirada distinta sobre este clásico que sigue vigente.
Ingredientes que hacen historia
La base es simple, casi humilde: harina, leche, huevos, azúcar y manteca. Pero como ocurre con todo en la pastelería, la clave está en los detalles. “Nuestra receta se mantiene intacta desde el primer día”, cuenta Paglayan y agrega: “Es la que heredamos de mi madre y mi abuela: una rosca clásica, sin conservantes, con ingredientes orgánicos y de calidad”.

García, en cambio, propone una mirada que combina tradición con sutileza aromática: “A diferencia de la rosca de Reyes, que lleva miel y agua de azahar, la de Pascua la hacemos con ron, extracto de vainilla, jugo y ralladura de naranja. Usamos nuestra masa de brioche, que le da una textura esponjosa y un dulzor sorprendente”.
Trucos que valen oro (o al menos, una miga perfecta)
Si hay un punto en el que ambos coinciden, es que lograr una buena rosca no es cuestión de suerte: el secreto está en el amasado y el respeto por los tiempos de leudado. “El amasado es la clave de todo”, dice Emmanuel sin dudar. Pierina suma un paso fundamental: “Para más esponjosidad, hacemos una masa previa con harina, leche y levadura”.

Estos procesos no sólo garantizan una miga aireada, sino que transforman la experiencia de comerla: una rosca bien hecha se desarma en la boca, sin ser seca ni demasiado densa.
¿Cuál eligen los clientes?
En Ninina, la más vendida es la versión clásica con crema pastelera, aunque también ofrecen una rellena con pasta de almendras. En Anippe, la apuesta es más acotada pero igualmente tentadora: una única versión con pastelera de naranja y frutas glaseadas.
“Tratamos de seguir a los maestros pasteleros”, explica García, que reconoce que el producto aún está en fase de descubrimiento entre sus clientes. “Este es apenas nuestro segundo año haciendo roscas, pero la respuesta ha sido muy buena”, añade.

La rosca de Pascua, lejos de ser un simple pan dulce decorado, es un símbolo de unión, de sabores que atraviesan generaciones y de la capacidad infinita que tiene la cocina para emocionar. Ya sea con un toque cítrico moderno o con la fórmula de la abuela, la clave está en hacerla con tiempo, cuidado y una pizca de amor.
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