¿Quién no lo ha necesitado alguna vez, tras una opípara comilona, molesto por ese renegado intruso interdental que se resiste a abandonar la usurpación? ¿Quién no lo ha pedido al amigo de confianza, cuidándose de que no escuche un tercero, entre susurros? ¿Tenés escarbadientes?
Nunca le hizo falta pedirlos a la marquesa de Pescara, retratada en Las bodas de Canaán, puesto que no solo tenía su escarbadientes personal que llevó al banquete donde Jesucristo transformó el agua en vino, como se ve en la pintura de Paolo Veronese de 1563, sino que el suyo consistía en una gran aguja de oro.
Lucina Brembatti también ostentaba un escarbadientes de lujo, más o menos por esa misma época, de acuerdo con el retrato que le hizo Lorenzo Lotto en 1518; allí la esposa del conde Leonino posa munida de todas sus joyas y su macabra estola de visón, y sobre su pecho luce, colgado de una cadenita, como una garra de oro, su lujoso dije escarbadientes.
“En el siglo XVI había entrado en vigor una curiosa moda entre las altas clases que consistía en mandar a hacer el propio escarbadientes de oro y llevarlo como alhaja colgante al cuello”, detalla Adriana De Caria, autora de La historia del tenedor, a LA NACIÓN. Allí, la experta relata que la costumbre de hurgarse los dientes en la mesa con un cuchillo, a falta de dije mondadientes, fue una de las razones por las cuales los orfebres fueron redondéandole la punta al cubierto, lo que además prevenía el apuñalamiento de otros comensales, podría agregarse.
Carina Perticone, semióloga y experta en cultura alimentaria, se expide en el mismo sentido y fecha: más bien avanzado el renacimiento italiano. “Estos instrumentos de oro se colgaban de una cadenita y se llevaban como un adorno; era una señal de buena educación limpiarse los dientes en la mesa”, dice Perticone.
Pero entonces, ¿qué ocurrió para que el uso del escarbadientes pasase de configurar un signo de alta alcurnia a una costumbre más bien chabacana? ¿Desde cuándo se utiliza esta tecnología? ¿Y cuáles son los mejores escarbadientes que ha visto la Humanidad?
Qué es un escarbadientes, cuándo se inventó y qué culturas lo usaron
“Instrumento pequeño y rematado en punta para mondar los dientes, sacando lo que se mete entre ellos”, afirma la RAE y acepta los sinónimos palillo, limpiadientes y escarbadientes. Sobre la acción de mondar, en una de sus nueve acepciones, dice esto: “Limpiar algo quitándole lo que está adherido a ello o metido entre sus partes”.
O lo que hacían los humanos antiguos hace 1.8 millones de años, que como sapiens actuales utilizaban palillos de dientes, indica un estudio publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS).
A partir del análisis de mandíbulas halladas en la República de Dmanisi en Georgia, los investigadores dieron con la evidencia de una enfermedad de las encías causada por la lastimadura que había ocasionado el uso repetido de un palillo de dientes rústico. El hallazgo se registró en la comunidad más antigua de humanos primitivos fuera de África.
Más acá en el tiempo, unos 46.000 años atrás, y a partir del análisis de dos dientes humanos encontrados en una cueva de Stajnia (Polonia), un equipo de científicos descubrió también que los neandertales usaron utensilios del tipo escarbadientes para la higiene bucal.
Se sabe también que simios y primates, como los chimpancés y los gorilas, usan ramitas para destrabar incrustaciones de comida y limpiar así sus dientes y encías, lo mismo que hacen leones, tigres y lobos que a menudo utilizan huesos y cueros para asearse el comedor.
¿Cómo no lo iban hacer los humanos? Más todavía, mientras Lucina Brembatti posaba con su escarbadientes de oro, los habitantes originales que habitaron estas pampas sudamericanas también usaban palillos para la higiene bucal.
“Claro que sí, había palitos o espinas utilizadas como escarbadientes; los pueblos Hets en general (querandíes) o pampas antiguos, los llamaban Kleppurú (palito fino), o chuza (espina)”, subraya a LA NACIÓN Sergio Smith, autor del recién publicado Cultura y lengua Querandí. Y añade: “Obviamente también se los combinaba y apocopada como ‘Klepchuzá’, es decir, espina fina, usada para varias cosas incluido el acto de escarbar entre dientes”.
Cuidado con el escarbadientes: un riesgo impensado
Antes de proseguir con esta historia de los escarbadientes, sus modelos y materiales, conviene hacer una advertencia: hay que tener mucho cuidado con ellos.
Hace poco, se conoció la historia del periodista uruguayo Gustavo Fernández Insúa, quien contó que, casi, “no la cuenta”, porque un escarbadientes le perforó “el intestino delgado”, generándole una “infección gigantesca” y dejándolo un mes convaleciente, al borde la muerte. Fernández Insúa se salvó de milagro y no sabe cómo diablos ese escarbadientes de madera se introdujo en su organismo; ¿habrá comido apresuradamente un chivito al pan demasiado grande como para perder de vista el palillo que sujeta todas las capas del legendario sándwich? No se sabe.
Pero el uruguayo no fue el primero en padecer la doble cara del palillo limpiador y asesino silencioso, y seguramente no sea el último. También está el caso del correntino Horacio Rodríguez Videla, a quien le sacaron un escarbadientes que tenía incrustado en el corazón, y que se tragó en una picada.
El paciente sufría un cuadro de fiebre alta y tos con sangre, sin saber de qué se trataba, hasta que entró al quirófano. “Cuando abrimos el corazón, todos nos quedamos mudos y me preguntaron qué era, y yo les dije: ‘un escarbadiente’”, dijo Fernando Cichero, entonces jefe de Cirugía Cardiovascular del Hospital Fernández.
Las fotos de palillo que le agujereó el corazón y fue extraído por los cirujanos mejor no las publicamos, pero cualquiera puede buscarlas en Internet, si es que el morbo gana la partida de la curiosidad.
Más reciente es el caso del joven atleta estadounidense de 18 años, quien debió ser operado de urgencia en 2019 tras padecer un cuadro de alta fiebre, dolor abdominal y hematoquecia, es decir una hemorragia digestiva. Según los registros del Hospital General de Massachusetts, un escarbadientes en sus intestinos había generado semejante descalabro.
Así las cosas, y de acuerdo con la revisión de estos tres casos, parece que la peligrosidad del escarbadientes no residiría tanto en el uso interdental que pudiera dársele sino más bien en su aplicación culinaria, cuando se lo emplea para pinchar y presentar alimentos.
Sin embargo, la doctora Rita Briccolani, odontóloga con 47 años de trayectoria, advierte que no hay que usar escarbadientes: “Hacen desastres, son un peligro”, avisa.
Ella suma infinidad de anécdotas con el palillo limpiador como protagonista, como la del hombre que tenía varias puntas de escarbadientes incrustadas en los espacios interdentales de vaya a saber qué antigüedad, o la joven embarazada que, como había suspendido un tratamiento endodóntico y se le juntaba mucha comida en una muela, empleó un palillo que se le quedó atorado, se le rompió dentro de la muela y como no se lo podía sacar lo dejó ahí. “La súper infección que sufrió fue increíble, perdió la muela”, resalta la dentista.
Y revela: “Hoy los escarbadientes están en auge de nuevo, porque como aparecieron los implantes, uno de los grandes problemas es que el diámetro de la cabeza del implante es más chico que el diámetro de un molar, entonces entre implante e implante quedan troneras muy grandes (espacios que pueden aparecer entre los dientes y su unión con las encías) donde se junta comida, por eso los pacientes empezaron a usar escarbadientes, pero no son recomendables, son un peligro; lo que hay que hacer es usar elementos de higiene específicos”.
Briccolani remarca que no hay que usar escarbadientes ya que “produce lesiones en las encías y si se rompen quedan los restos en ese espacio interdentario”.
¿Habrá que volver al escarbadientes de oro?
Los escarbadientes en el mercado: materiales, variantes y modelos naturales, sustentables, milenarios
Hay que decir que el escarbadientes de oro casi fue contemporáneo del cepillo de dientes primitivo, importado en Europa por los comerciantes ingleses que lo traían de China, cerca del año 1600 d.C.
Fue el comienzo del declive aristocrático del inseparable amigo y coincidió poco después con el surgimiento de la odontología moderna.
Y, sin embargo, como hace 1.8 millones de años, los humanos de las sociedades digitales seguimos usando los escarbadientes.
“El escarbadientes se pide mucho, no lo ponemos en la mesa, pero igual lo piden; incluso a la gente le da vergüenza solicitarlo en la mesa, entonces se para y pregunta en la caja”, cuenta a LA NACIÓN Marcelo Anconetani, gerente de cuatro restaurantes de diferentes estilos en Villa Devoto.
Eduardo Massa Alcántara, más conocido como Cabito, nos lo confirma; en su cantina Mondongo & Coliflor, de Parque Chacabuco, tienen escarbadientes, cómo no van a tener, pero no los despliegan en la mesa, solo hay que pedirlos.
¿Y cuáles son los modelos y materiales de los escarbadientes contemporáneos? El más clásico que todos conocen, el palillo de madera doble punta, fue desarrollado por un tal Marc Signorello, quien inventó la máquina para fabricarlos en serie en 1869.
Hoy en día suelen venir importados de China y se fabrican con madera de abedul, bambú y un largo etcétera, pero también los hay de plástico, aplanados y de colores, una invención adoptada por el fabricante de navajas suizas más famoso del mundo, Victorinox: sus cuchillos multifuncionales también tienen un recoveco para alojar al compañero fiel, inseparable.
“Su forma ergonómica y suaves puntas de plástico garantizan un uso suave y delicado, evitando dañar las encías. Además, su presentación en colores vibrantes añade un toque de diversión a tu rutina de cuidado bucal”, dice un anuncio sobre escarbadientes plásticos en Mercadolibre. Sitio en el que también se venden los “escarbadientes ensobrados”, empaquetados en cajas y de a cientos, definitivamente los enemigos del presidente argentino Javier Milei, si se permite el chascarrillo. Son de madera, eso sí.
Para el final, dejamos el caso del palillo milenario que va incluso más allá de las espinas de arbustos, cactus y pescados de los siete mares.
Más antiguo que sus predecesores, este palillo es natural y sustentable, como si la madre naturaleza los hubiera diseñado perfectamente para estos fines.
Originario del norte de África, se vende y vale entre 5 y 15 euros el manojo, según sea la presentación, aunque si uno transitara donde crecen podría disponer de ellos libremente. Se trata del palillo bereber o marroquí que todavía sigue dándole pelea a su rival histórico el cepillo de dientes.
El palillo bereber se extrae de la inflorescencia seca de la Ammi Visnaga, una planta que crece naturalmente en la cuenca del Mediterráneo, se considera medicinal e incluso vos podrías cultivarla en tu casa.
“A diferencia del cepillo de dientes, que limpia las superficies exteriores de los dientes y las encías, Bashnikha limpia los dientes en lugares que el cepillo de dientes no puede alcanzar, como el área donde se unen los dientes y las encías”, indica el prospecto del producto, que se vende en el sitio Etsy.
“Un elegante racimo de flores de la planta del palillo de dientes, es estéticamente agradable y funcional. Para usarlo, simplemente arranca un tallo de la hermosa flor seca y úsalo como un palillo de dientes regular. Los lugareños han utilizado la planta para una amplia gama de propósitos durante más de 1000 años y hasta el día de hoy usan los tallos de flores secas como palillos de dientes”, finaliza el anuncio.
Habrá que probarlo.
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