La historia de un emprendimiento puede empezar en un vagón que oficia de casa en un pueblo del interior, o contemplando las flores que aparecen mientras damos un paseo. Se trata de agudizar los sentidos y escuchar la intuición. “Yo lo llamo fe”, dice la chef argentina Paula Méndez Carreras, pionera de la cocina con flores, sobre ese impulso que la llevó armar un camino en el que el aroma y el color de las flores ganan protagonismo.

En el marco del evento “Mujeres que cocinan ideas” -un espacio de reflexión, inspiración y conexión que promueve el relacionamiento entre protagonistas de la producción de alimentos, la gastronomía y el turismo-, contó su recorrido. Luego de viajar por el mundo -se formó en Le Cordon Bleu y su carrera internacional la llevó a vivir y trabajar en ciudades como Londres, Nueva York, Beirut, Singapur y Australia-, decidió echar raíces en San Antonio de Areco. Salir de los circuitos gastronómicos más conocidos fue también una forma de volver a su propio centro, en sintonía con la naturaleza. Ahí creó Corazonada, un restaurante que fusiona técnicas modernas con tradiciones gastronómicas locales. Recuerda que cuando estaba comenzando a armar el local veía flores por todos lados y sintió que ahí había un tema para su proyecto.

El libro Cocina con flores, terminó de consolidar a Paula en una cocina en la que las flores conquistan la vista y el gusto. Para ella, la intuición es fundamental. Se trata, dice, de hacer las cosas bien, con amor y bondad. Hoy Corazonada es un referente ineludible en Areco, y muchos viajan especialmente para probar sus creaciones. “Las flores son la esencia de Corazonada, me conectan y me inspiran, pero también tengo un equipo de mujeres que me sostiene y al que sostengo”, dice, feliz, la creadora de este espacio.

La clave de saber hacer equipo

A veces la clave está en saber tejer redes y asociarse con las personas adecuadas. Esto fue clave en el caso de Josie Bridge, creadora de Eat Catering en 1994. En realidad, su historia en el rubro se remonta a mucho antes, cuando durante su infancia disfrutaba de cocinar junto a su abuela en Tierra del Fuego, sintiendo los aromas, y sabores de las comidas compartidas entre todos. “La cocina tiene que ver con la atención, con el agasajo”, dice quien aprendió a cocinar “cocinando”, como ella misma dice, ya que en ese momento no existían escuelas dedicadas a la profesionalización de chefs. Josie estudió Turismo en la Universidad del Salvador, y en paralelo comenzó a formarse en gastronomía trabajando en el restaurante Patagonia de Francis Mallmann, una experiencia que la marcó profundamente.

Cuando se decidió a armar su propio camino lo hizo paso a paso. En ese entonces, cuenta, su madre trabajaba en un banco, y ella empezó haciéndose cargo de las comidas para los eventos del banco. “A partir de 1994 no paramos. Hoy tenemos una mega cocina en Don Torcuato y empezamos a hacer eventos corporativos, trabajamos con eventos para Cancillería, para Presidencia, hacemos casamientos e hicimos catering para el G20. La gastronomía es un negocio apasionante, pero también es muy complicado y yo creo que hay una especie de inteligencia intuitiva que nos lleva a asociarnos con quien nos complemente y potencie, que nos fortalezca. En mi caso, con Tommy Perlberger, estamos hace treinta años y funcionamos muy bien como equipo”, sostiene.

Con ese equipo debieron sortear el desafío que se dio en 2020, cuando a raíz de la pandemia de coronavirus y las medidas sanitarias se frenaron todos los eventos. Reinventarse fue clave en ese contexto, y Josie y Tommy pusieron toda la energía en hacerlo. Así nació Eat Box, una compañía que hoy sigue fuerte, conviviendo con Eat Catering. Josie cuenta que ya cuando empezaron los primeros casos comenzaron a desarrollar el packaging, la tienda nube, y al mes tenían los primeros pedidos. “Los eventos son muy estacionales, y a veces es muy difícil sostener ese equipo durante la estación más baja. Ahora tenemos un equipo consolidado para los dos”, concluye orgullosa de un trabajo que dio frutos.

Trascender el legado

La vida familiar también puede ser una gran inspiración para emprender, y eso que se respira en el hogar de la infancia, por ejemplo, puede convertirse en una vocación. Así fue en el caso de Lorena Fernández, quien se formó como contadora y hoy está al frente de la emblemática pizzería San Carlos, un emprendimiento familiar fundado por su padre. “Yo soñaba con seguir el legado de mi papá, y para mí el mundo de la gastronomía era muy atrapante, pero también muy `para hombres´. Mi padre siempre decía que era muy sacrificado y él sabía que nosotras queríamos una familia, ser mamás”, dice Lorena, y cuenta que su papá prefirió mantenerlas al margen de lo que consideraba los grandes sacrificios del rubro.

Sin embargo, cuando las circunstancias de la vida y temas de salud impidieron que su padre siguiera al frente, Lorena tomó la posta con un enorme amor y deseo de trabajar. Madre de cuatro hijos, eso no le impidió dedicarle el tiempo y la energía necesaria a este emprendimiento que hoy triplicó su rendimiento.

Además, desde el 2020, Lorena es la presidenta de la Asociación de Pizzerías y Casas de Empanadas de la República Argentina. Desde entonces, su gestión trabaja para fomentar la inclusión femenina en un ámbito tradicionalmente masculino, y para promover la profesionalización del oficio pizzero a través de una escuela única en Latinoamérica. Además, trabaja incansablemente para posicionar la pizza argentina en el escenario gastronómico internacional. “Yo agradezco el legado que recibí de mi padre, pero también aprendí que hay que transgredir, reinventarse, seguir abriendo caminos”, sostiene Lorena con la vista puesta en el futuro.

Mujeres que tejen puentes

La cocina de las ideas implica también fusionar, conectar eslabones dentro de una cadena. De eso se trata, tal vez, el rol que tomó Rosario Costa Bourdieu, profesional especializada en el desarrollo del turismo gastronómico y productivo que, en su rol en la Subsecretaría de Turismo de Lincoln, lideró proyectos estratégicos que promovieron la identidad local y la sostenibilidad, organizando eventos clave como la Expo Queso.

Rosario cuenta que todo comenzó con un vagón en Lincoln, donde se fue a vivir. “Yo estaba convencida de que no tenía que ser todo en Buenos Aires, había que llevar a la gente a donde se produce, donde está el producto”, sostiene. Así comenzó con la feria de quesos, y cuenta que en la primera edición eran sólo doce expositores linqueños. Con perseverancia y mucho trabajo, hoy esa feria creció para convertirse en un espacio ineludible de encuentro y creación. Además, Rosario fundó Rocheese Experience, que combina turismo rural y gastronomía, destacándose por su enfoque en la producción quesera y vitivinícola.

“En la mesa pasan muchas más cosas que comer: es un encuentro, es el tambero que se levanta todas las mañanas, el maestro quesero, etcétera. Lo mío es más vincular al productor con el consumidor, con los gastronómicos, la idea es que puedan probar. Es necesario tener esa conversación, introducir a los consumidores en esa conversación sobre los alimentos, los quesos”, dice Rosario para quien, a la hora de emprender es fundamental conectar con la idea que uno tiene, tomarse el tiempo de imaginar lo que uno está haciendo. Se trata de conectarse, co-crear con otros, dar y recibir.

Desde su trabajo como periodista y emprendedora social, Angie Ferrazzini se destaca por su compromiso con la sustentabilidad y la transformación de los hábitos de producción y consumo. Además, impulsa desde hace más de una década una economía más consciente y humana. Así fue como se decidió a crear Sabe la Tierra, una organización que promueve mercados locales como espacios de consumo responsable, producción sustentable y educación ambiental.

“Cuando la cadena es más corta cambia todo. Hay una distancia menor entre el lugar que se produce y lo que llega, la escala es local y hay cadenas de confianza. Se puede conocer a ese productor, dónde produce, visitarlo. Estamos muy desconectados de la tierra, Buenos Aires está muy desconectado de donde se producen los alimentos. Tenemos que reconectar con esto. Mucha gente prueba un tomate y me dice `me hace acordar a mi infancia´. Las cadenas cortas permiten esto: retrotraen a la infancia, a lo más primordial. La alimentación genuina necesita de una conversación”, dice esta emprendedora, quien también es miembro de la Red Internacional Ashoka y asumió el rol de articular a pequeños productores, consumidores y comunidades, promoviendo una vida más armónica con la naturaleza y con quienes la habitan. Se trata, en definitiva, de tejer redes.