Habla el dialecto de las flores; se emociona con los perfumes y los colores, con las texturas y los sabores. Cada estación la sorprende con especies únicas que aprendió a cultivar para incorporarlas de mil maneras a su cocina. Sale al jardín de Corazonada, su restaurante en San Antonio de Areco, y en el recorrido va nombrando una a una, como quien presenta a los amigos de toda la vida.
Ahora es primavera; su mesada explota de pétalos: hay rosas, borraja, lavanda, tulipanes, ramitos de aliso, acacia blanca, magnolias, peonías, glicinas y diente de león. Solo verlas alegra la mañana. Cada comensal que llegue al restaurante tendrá una sorpresa: podrá probar y apreciar las flores usadas en el menú del día en su estado más fresco y luego sentarse a vivir la experiencia de su cocina con flores.
“Las flores siempre llegaron a mí a través de distintas mujeres, tengo registro desde hace mucho tiempo. Al principio, solo las usaba para decorar, pero hubo un momento en que sentí que se abría un portal en mi cocina cuando una amiga libanesa me regaló polvo de orquídeas salvajes que trajo de su país. Sentí ese aroma y algo me conectó con un universo que en ese momento no era capaz de imaginar. Luego se fueron sumando viajes de trabajo, me fui cruzando con flores comestibles en todos los restaurantes a los que iba. Un día llegó a mí Cristina Martín, pionera del cultivo de flores comestibles en Argentina y con ella aprendí muchísimo. Tanto, que hoy las flores definen mi propuesta”, cuenta Paula Méndez Carreras.
La cultura gastronómica francesa la inspiró desde pequeña; pasaba horas en la biblioteca del Liceo francés cortando recetas de revistas importadas que todavía atesora. “Es mi raíz, mi esencia como cocinera, es la estructura de todo lo que aprendí. Ahora estoy experimentando en fermentar flores, pero mi base es la cocina francesa, la manteca es mi aliada”, dice con sonrisas.
Paula pertenece a la generación de profesionales que se formaron en Europa; se recibió en Le Cordon Bleu de París, con diplomas en Cocina y Pastelería en 1994 y más tarde, completó sus estudios en Londres, donde consiguió el Grand Diplôme. Trabajó en Londres, Nueva York, Líbano, Singapur y Australia. En Buenos Aires, fue chef ejecutiva en restaurantes franceses como Splendid y Le Bibló, otras épocas de la cocina porteña. Acaba de publicar su primer libro “Cocina con Flores” (India Ediciones), donde registra las flores comestibles de cada estación y el trabajo de más de 30 años de carrera.
-¿Qué recaudos hay que tener para comer flores?
Lo primero que hay que saber es que no todas las flores son comestibles, muchas pueden producir alergias. Mi primer consejo es que si no la conocés y no sabés su procedencia, no la comas. Es primordial utilizar siempre flores de origen conocido y de producción agroecológica. Los viveros o las florerías no suelen tener flores comestibles, incluso cuando les digan que se pueden comer, en general suelen tratarse con químicos que pueden ser peligrosos para la salud. Así que eso como primera regla: comprarlas a proveedores habilitados que produzcan flores comestibles.
-¿Se pueden consumir flores del jardín?
Solo de las que hayas sembrado desde semillas agroecológicas, claro que lo podés hacer en tu casa, pero con mucho cuidado. Siempre es mejor buscar asesoramiento. En mi caso, las cosecho por las mañanas muy temprano, con una bandeja con un papel húmedo y las conservo por varios días en la heladera, siempre cubiertas con film.
-El aroma de las flores no necesariamente tiene que ver con su sabor…
Van por carriles paralelos. El sabor, en general, tiene notas profundas, terrosas, incluso amargas. Yo invito a mis comensales a disfrutar de ese amargo, es único.
-Además de frescas, ¿de qué maneras se pueden usar las flores en la cocina?
Algunas se comen frescas, pero otras no, por ejemplo la manzanilla; mejor hacer una infusión. Otra opción es secarlas en un hornito eléctrico, unos 15 minutos a 40ºC, y podés crear un mix de pétalos para realzar un plato o hacer un polvo y aromatizar azúcar y sal. Yo hago azúcar de lavanda y sal de hibiscus. Otra opción es incorporarlas en vinagres o fermentados, lo que eleva el nivel de complejidad y sabor en los platos. Para profundizar en este tema, recomiendo a Mariana Müller y sus vinagres de frutas y flores, es una experta.
-En la cocina de todos los días hay flores, como el té de manzanilla, el arroz con azafrán, el agua de azahar del pan dulce. Sin embargo, no registramos mucho que lo son, ¿verdad?
¡Claro! Las flores existen en la cocina desde hace miles de años, en diferentes culturas y países, ya en la antigua China se consumían flores. Pensá en las mieles, producto de tantas especies de flores, solo con eso ya tenemos registro de las posibilidades.
-También hay muchas frutas y verduras que antes fueron flores, como los zucchinis…
Los zucchinis, las ciruelas, las manzanas, los limones… casi todo te diría. Lo que es importante es que se consuman flores comestibles que fueron cultivadas para este fin, no se puede comer cualquier flor. Cuando empezás a profundizar en el tema, te das cuenta de que hay flores de jardín, de la huerta (algunas son tóxicas como las del tomate). Hay flores de hierbas, de especias, de árboles y arbustos. Y hay un montón de flores exóticas comestibles, incluso acuáticas.
-¿Cuáles son las más exóticas que usás?
Me crucé con varias, ahora estoy detrás de una que se llama Ylang-ylang y en el aljibe de Corazonada tengo Aponogeton, es una inflorescencia espectacular, divina, crocante. Estoy buscando Magnolia Stellata, muy difícil de conseguir… sin querer me volví un poco botánica. Todas me gustan, pero si tengo que elegir, quizás me gusta el higo, que no es una fruta, es una inflorescencia… me parece una cosa increíble.
-¿Se está trabajando para incluir las flores comestibles en el Código Alimentario Argentino?
Sé que a través de la publicación de mi libro -un trabajo que compartí con Cristian López, profesor de floricultura de la Carrera de Ciencias Agrarias de la Facultad de Lomas de Zamora- hay mucho interés en proponer que las flores comestibles se incluyan en el Código. Sería algo muy interesante, porque estas flores tienen enormes propiedades nutritivas, pueden tener vitaminas, potasio, hierro, calcio, entre otras. Debemos poner en valor todo eso.
-¿Qué combinaciones usás que siempre quedan bien?
La flor de borraja va muy bien con la pesca, porque tiene notas a mar, como una ostra. La lavanda va muy bien con cordero, estoy pensando en hacer un cordero al asador y pintarlo con salmuera con un ramillete de lavanda y romero. Las rosas y las frutillas, un clásico. También van muy bien las rosas frescas con higo, me encantan. ¡Hay tantas combinaciones!
-¿Qué se viene en Corazonada?
Se viene un menú degustación con flores, que irá cambiando en cada estación. Arranca con la primavera, será una maravilla. En octubre viajaré a Francia para hacer un menú con flores de otoño, en el Château de Vauchelles, a una hora y media al norte de París, estoy muy entusiasmada con esta experiencia. Están todos invitados.
-¿Cuál es el primer recuerdo con flores que te viene a la memoria?
Tengo reminiscencias de recuerdos con flores, como las magdalenas de Proust. Pasé los veranos de mi infancia en la casa de mi abuela materna, en Corrientes, todavía puedo sentir el perfume a jazmín, a rosas. Ella tenía un jazmín paraguayo, yo me lo traje a Areco, ahora lo tiene mi mamá. Esos aromas, junto con los de las naranjas escrachadas en el piso porque se caían de los árboles, las uvas al sol, todo eso me acompaña siempre.
Foodit, la nueva plataforma de recetas de La Nación
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