Hay ingredientes que entran a la cocina con timidez y otros que irrumpen como una megaestrella. El jengibre pertenece a este segundo grupo. Apenas se corta, su aroma fresco, cítrico, con un toque floral y hasta un dejo de madera perfuma el ambiente. En la boca, primero se destacan sus notas apenas picantes: no se parece a nada y, sin embargo, combina con casi todo.

A simple vista, con su piel beige y su forma de cuerno raro, no es precisamente atractivo. Pero bastan unas láminas para que se revele como lo que es: un rizoma magnético, capaz de transformar un plato simple en uno inolvidable.
En Asia lo conocen y lo usan hace más de 3000 años; en Europa medieval lo veneraban casi como a la sal; en la coctelería contemporánea es un comodín imprescindible. Y en la Argentina, aunque pocos lo saben, también se cultiva gracias al auge de la cocina oriental, en especial la coreana y la japonesa.

¿Qué es el jengibre?
Una breve introducción a la botánica será suficiente para comprender: su nombre original es sringavera, que en sánscrito significa “en forma de cuerno”. Pertenece a la familia de las zingiberáceas, la misma que agrupa a la cúrcuma, la galanga y el cardamomo. Sus flores, rojas y fragantes, se agrupan en espigas espectaculares. Pero lo que importa no es tanto su árbol genealógico sino su poder en la cocina: un potenciador natural de sabor que juega en toda la cancha.
Tips para elegir y conservar el jengibre
¿Cómo elegirlo? En la verdulería no todo lo que parece jengibre merece un lugar en la heladera. El ejemplar ideal debería ser firme, sin arrugas (este es un indicio de que está deshidratado), con piel finita y seca.
Si tiene brotes violáceos, mejor: eso significa que está fresquísimo. Si al cortarlo está aguachento, conviene descartar: seguramente lo cosecharon antes de tiempo y no va a tener ni perfume ni picor.

Su perfil en la cocina
Del crudo a cocido hay una galaxia a la hora de hablar de jengibre. Fresco es picante, con un puntito agrio que recuerda al limón. Cocido se vuelve amable y dulce. Al vapor, su textura fibrosa se vuelve sutil; grillado intensifica su nota caramelizada, confitado se transforma en un bocado goloso.
En sopas y guisos conviene sumarlo desde el inicio para que despliegue su sabor profundo, mientras que en salsas y aderezos lo ideal es agregarlo al final para un golpe fresco y punzante.
Para pelarlo, lo mejor es usar una cuchara en vez de un cuchillo. Basta raspar apenas la piel delicada para retirarla sin desperdiciar ni un gramo. En la heladera, envuelto en papel aluminio o film, aguanta hasta 3 semanas. En el freezer puede sobrevivir unos meses: lo rallás congelado directo sobre un wok y listo.
Un aliado para la salud
En la medicina tradicional china se lo utiliza como un defensor del organismo. Se usa desde hace milenios como digestivo, antitusivo, regulador de la temperatura y la circulación. También es antioxidante, antiinflamatorio y, dicen, hasta mejora el humor.
Cocinar con jengibre
En la cocina, el jengibre se puede usar de mil maneras. Desde preparaciones fáciles y prácticas como un almíbar ideal para muffins, budines o postres (cocinar láminas finas de jengibre en partes iguales de azúcar y agua hasta lograr un almíbar brillante) o pickles caseros para sumar a sándwiches o acompañar sushi o platos con pescados (mezclar láminas finas de jengibre con rabanitos, vinagre de arroz, azúcar y sal).
Por supuesto, en Foodit se comparten numerosas recetas con jengibre, aquí una breve selección, pero hay muchas más. Haciendo clic en cada imagen se puede acceder al detalle de los ingredientes necesarios (y generar una lista de compras automática) y conocer el paso a paso para prepararlas.
Galletitas de jengibre y té chai
Llevan masa de manteca perfumada con los aromas del té y el azúcar mascabo. ¿El resultado? Unas galletitas clásicas y modernas que gustan a grandes y chicos.
Pollo tikka masala
Un plato que propone sabores intensos y especiados. Típico de la cocina india, ofrece una experiencia culinaria reconfortante; para cenas viajeras.
Sopa crema de calabaza, jengibre y naranja
Suave y reconfortante, su contraste de sabores la hacen perfecta para disfrutar bien calentita en un día frío.
Ensalada de repollo chino con dressing de jengibre y maní
También conocido como hakusai, el repollo chino tiene un sabor potente ideal para cocinar al vapor o en salteados. En esta receta se combina con otros ingredientes crudos y con un aliño de inspiración oriental riquísimo.
El jengibre en la barra
En coctelería es un auténtico protagonista. Puede ser parte de un simple ginger ale casero o en un gin tonic con láminas frescas, en un trago tiki con ron y jugo de ananá, o en un mezcal mule con lima y jengibre rallado.
La cerveza de jengibre (ginger beer) es una bebida fermentada de sabor intenso, mientras que el ginger ale es un refresco carbonatado mucho más suave: ambas hoy forman parte del arsenal de cualquier barra de cócteles del mundo.
Una historia viajera del jengibre
Desde Asia llegó a Persia en tiempos antiguos y luego los fenicios lo difundieron por el Mediterráneo. Confucio lo menciona en sus escritos y, en Roma, se dice que fue la segunda especia más valorada después de la pimienta.
En la Edad Media se extendió por Francia, Alemania e Inglaterra, donde se volvió protagonista de la pastelería (como esas emblemáticas galletitas que se comen en Navidad) y de bebidas como el té, la cerveza y el Ginger Ale. Más tarde, portugueses y españoles lo llevaron a África y América: Jamaica se convirtió en un gran productor mundial.
Así las cosas, el jengibre nunca es un invitado que pasa desapercibido: llega, habla fuerte, se hace amigo de todos y siempre deja un buen recuerdo que dura horas.
Disfrutá las recetas de Foodit

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