Hinchazón, descompostura y malestar pueden ser síntomas del Sobrecrecimiento Bacteriano en el Intestino Delgado (SIBO), un síndrome silencioso de difícil diagnóstico que se confunde con otras enfermedades digestivas. “Se trata de un estado que ocurre cuando las bacterias que normalmente habitan en el colon migran al intestino delgado, un área donde no deberían estar en grandes cantidades”, define Daiana Barrios, Licenciada en Nutrición.

El SIBO implica que los alimentos se fermenten de una forma distinta a la que deberían hacerlo normalmente y puede provocar síntomas como:
- Distensión abdominal y gases
- Dolor o molestias digestivas.
- Diarrea, estreñimiento o ambas.
- Sensación de digestión lenta y reflujo.
- Fatiga y niebla mental.
¿Qué provoca este trastorno intestinal? Barrios explica que sus causas pueden ser múltiples:
- Mala motilidad intestinal: el intestino tiene un mecanismo llamado complejo motor migratorio (CMM), que actúa como un “barrido” para mover residuos y bacterias del intestino delgado hacia el colon. Si esta función está alterada por estrés, infecciones, cirugías o enfermedades como hipotiroidismo, las bacterias quedan atrapadas donde no deberían.
- Hipoclorhidria (bajo ácido estomacal): un ambiente gástrico con poco ácido no es capaz de eliminar bacterias no deseadas, permitiendo su proliferación en el intestino delgado. Esto suele ocurrir con el uso crónico de antiácidos o como consecuencia del estrés prolongado.
- Dieta alta en carbohidratos fermentables: exceso de azúcares y ciertos carbohidratos fermentables (FODMAPs) pueden alimentar el sobrecrecimiento bacteriano.
- Estrés crónico: el estrés activa el sistema nervioso simpático, reduciendo la función digestiva. Un cuerpo en estado de “alerta” constante prioriza otras funciones sobre la digestión, afecta la motilidad intestinal y la secreción de enzimas.
- Disbiosis intestinal previa: si hay un desequilibrio en la microbiota, el intestino delgado puede volverse más propenso al sobrecrecimiento bacteriano.

Los alimentos que sí y los que no
La licenciada Barrios también señala que hay un listado de alimentos que hay que buscar integrar a la dieta así como otros que hay que evitar para prevenir el sobrecrecimiento bacteriano.
Por un lado, los alimentos recomendados son las proteínas magras (pollo, pescado, huevos), los vegetales bajos en FODMAP (calabaza, zanahoria, espinaca), las grasas saludables (palta, aceite de oliva) y los fermentados suaves como yogur de coco sin azúcar.
Por el otro, los que aconseja evitar son el ajo, la cebolla, las legumbres, los lácteos, el gluten y los azúcares refinados.
Menú de desayunos
El desayuno es una de las comidas más importantes del día y puede ser un buen lugar para empezar a seguir este tipo de alimentación. Bajo ese foco es que la Lic. Barrios propone recetas bajas en carbohidratos fermentables, ricas en proteínas y grasas saludables, ideales para aliviar los síntomas y nutrir la microbiota de manera equilibrada.
Recetas
Haciendo clic en cada una de las recetas se puede acceder a la lista de ingredientes, el paso a paso y los mejores consejos para que el plato salga perfecto.
Receta: budín de coco y banana
Sin azúcar refinada ni harina de trigo, ideal para disfrutar en la merienda con la infusión preferida.

Receta: crackers de almendras y romero sin gluten
Salen doradas, crocantes y súper sabrosas. Versátiles por donde las mires: para servir en una tabla de quesos o para comer cuando dan ganas de algo rico.

Receta: pancakes de coco
Con todo el aroma del coco, salen esponjosos y livianos. Son los compañeros ideales para un desayuno o merienda saludable ya que no llevan lácteos ni azúcar. ¿Una ventaja más? Están listos en cuestión de minutos.

Receta: omelette de espinaca y queso de almendras
Para un almuerzo vegetariano o un desayuno completo. esta receta simple pero deliciosa combina ingredientes naturales.

La alimentación no es lo único que importa
Si bien la alimentación es clave para mejorar el SIBO, la nutricionista indica que no es el único factor que hay que considerar. El tratamiento requiere un enfoque integral basado en cuatro ejes.
Uno de ellos es la reducción del estrés, que se puede mejorar a través de técnicas de respiración, meditación y una correcta higiene del sueño.
La actividad física regular tiene múltiples beneficios y a su vez es otro de los ejes, “especialmente movimientos suaves como caminatas o yoga que ayudan la motilidad intestinal”, explica la nutricionista.

Un tercer punto es el descanso digestivo. Esto implica “evitar el picoteo constante, que permite que el intestino active el complejo motor migratorio entre comidas”, según la profesional.
Por último la regulación de la microbiota es otro punto fundamental que complementa la alimentación. Esta regulación de los microorganismos puede realizarse “a través de probióticos específicos y estrategias personalizadas, según el tipo de SIBO (hidrógeno, metano o sulfuro de hidrógeno)”, detalla.
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